LAS CRUZADAS

Las Cruzadas fueron campañas militares promovidas por la Iglesia Católica en contra de los musulmanes para la recuperación de Tierra Santa, ocurridas durante los siglos XI al XIII.
Las cruzadas se motivaron principalmente por tres hechos trascendentales que conmovieron a occidente, el primero fue la invasión turca en contra de Constantinopla, capital del Imperio Bizantino; el segundo, la necesidad de liberar el Santo Sepulcro de manos de los mulsulmanes y permitir el libre tránsito de los peregrinos cristianos a Tierra Santa, y el tercero: la amenaza de la expansión árabe a través de España.


Las cruzadas marcan el inicio de la época románica, y se extienden por toda la Edad media. El auge comercial logrado por el intercambio de mercancias provenientes de Oriente, ayudó a fomentar las grandes riquezas de los burgueses góticos.
Primera Cruzada.- La epopeya de rescatar la cristiandad oriental de la amenaza turca y de salvaguarda los lugares santos, al grito de “Dios lo quiere!” surge en el Concilio de Crermont, convocado por el Papa Urbano II, en Noviembre de 1095. Las razones fueron múltiples, pero especialmente prevaleció la oportunidad de afirmar la supremacía papal frente a Bizancio, como líder de la cristiandad, y asumir el protectorado de los Santos Lugares.

Pedro El Ermitaño y otros predicadores sembraron en el pueblo la necesidad de sumarse a la gesta libertadora y convocaron una poblada de hombres y mujeres fanáticos que marcharon a oriente sin preparación en asuntos de armas, siendo aniquelados por los turcos. Fue la llamada “Cruzada Popular”. Los supervivientes regresaron a Europa y unos cuantos como Pedro el Ermitaño permanecieron en Constantinopla en espera de los ejércitos regulares.

Más organizada fue la “Cruzada de los Príncipes”, en la cual participaron Francia, los Países Bajos y Sicilia, dirigidos por Godofredo de Bouillon, duque de Lorena.

El 15 de julio de 1099, los cruzados toman Jerusalén, después de ocho meses de asedio, su entrada triunfal estuvo acompañada de crueles asesinatos de musulmanes y judíos, incluyendo mujeres y niños.

Asalto a la ciudad de Jerusalén por los Cruzados (15-julio-1099)

Jerusalén fue repoblada con cristianos orientales y cruzados, designandose a Godofredo de Bouillon como “Defensor del Santo Sepulcro” a su muerte, su hermano Balduino I, conde de Flandes, asumió el control de la ciudad con el título de Rey de Jerusalén. Es así como se crea una monarquía feudal fuera de Europa.

La seguridad de los cristianos en oriente era precaria y en consecuencia surgen dos órdenes militares, compuestas por hombres que hacían vida monástica y además se dedicaban a las armas y protección de los peregrinos. Estas eran: la del Hospital de San Juan de Jerusalén fundada en el año 1070, quienes llevaban una cruz blanca sobre fondo negro, (posteriormente derivó en la Orden de Malta) y la Orden del Templo de Salomón fundada en el año 1118, con una cruz roja sobre fondo blanco.


Los Hospitalarios y los Caballeros Templarios construyeron fortalezas o castillos de piedras en las rutas de peregrinación más importantes. El más imponente fue el Krak de los Caballeros, construidos por los Hospitalarios, durante el siglo XII.




El Krak de los Caballeros. (Siria) fortaleza inexpugnable creada por los Caballeros Hospitalarios.


Segunda Cruzada.- Durante un tiempo, cristianos y musulmanes convivieron en paz en Palestina, pero el espíritu “Yihad” logró unificar a los distintos estados árabes, quienes reconquistaron la ciudad de Edesa, aislando a los Cruzados en Palestina.
El Papa Eugenio III, a través de Bernardo, abad de Claraval (autor de las reglas de los Templarios) convocó a la segunda cruzada en el año de 1145. En ella participaron los reyes de la cristiandad, Luís VII de Francia, su esposa Leonor de Aquitania y el emperador germano Conrado III.
Los desacuerdos entre los franceses, alemanes y bizantinos fueron patéticos. Ambos reyes llegaron por separado y se alejaron de su objetivo primario, la reconquista de Edesa atacando a Damasco, que era aliada del Rey de Jerusalén. En consecuencia, la cruzada fue un desastre y Damasco terminó en mano de los infieles, cercándose aún más a los estados cristianos orientales.

Tercera cruzada.- Saladino, Sultán de Egipto, logró el control político y militar de las provincias árabes. Devoto del Corán, valiente y justo decidió acabar con el régimen corrupto y sanguinario de varios cruzados, entre ellos Reinaldo de Chantillon, quién rechazaba la hegemonía del Rey cristiano de Jerusalén, Balduido IV, enfermo de lepra.

Declarada la guerra, los ejércitos cruzados de los Templarios y los Hospitalarios, se enfrentaron contra Saladino, siendo derrotados. Saladino toma Jerusalén y permite que los cristianos se retiren, porque “…Absteneos de derramar sangre – decía a sus capitanes – porque la sangre derramada nunca se olvida…” (“Historia Universal y de Latinoamérica”. Cristianismo y Feudalismo, ediciones Nauta,tomo 3, p. 102)

El Papa Gregorio VIII convoca una nueva cruzada, en la cual participaron los reyes Ricardo Corazón de León de Inglaterra, Felipe II de Francia y el emperador Federico I, el Barbarroja, de Alemania. Éste último murió antes de llegar a Tierra Santa.


Ricardo Corazón de León
El Rey Ricardo prontamente se distinguió por su valor y gallardía, convirtiéndose de hecho en jefe de la cruzada, pero el Rey de Francia le exigía fidelidad y sumisión por cuanto lo consideraba su vasallo, por ser Ricardo el Duque de Aquitania y Normandía, provincias de Francia. Estas rivalidades por el liderazgo de la empresa motivaron el regreso de Felipe II a Francia.

Ricardo fue llamado "Corazón de León" en su lucha contra Saladino. No obstante su enemistad en el campo de batalla, Ricardo y Saladino se respetaban y admiraban mutuamente, se cuenta que al morir el caballo de Ricardo en la batalla, el musulmán le regaló un magnifico caballo árabe. Lo cierto, es que Saladino y Ricardo pactaron una tregua por tres años, permitiéndose a los peregrinos cristianos el libre acceso a la Ciudad Santa.

Cuarta Cruzada.- A la muerte de Saladino, seis meses después de firmada la tregua, los problemas políticos de medio oriente continuaron. Inocencio III, ante la falta de popularidad del Papado, convocó una cuarta cruzada, con la finalidad de revitalizar la cristiandad con nuevas y probables victorias.
El Dux Enrico de Venecia y el Jefe de la expedición Bonifacio de Montferrato, se apartaron de su objetivo y se dirigieron contra Constantinopla, capital de Bizancio, motivo por el cual fueron excomulgados. El 12 de abril de 1204 saquearon terriblemente a la ciudad, miles de cristianos fueron asesinados, ello marcó el fin del imperio bizantino, dando paso a un débil Imperio Latino.

La Cruzada de los Niños.


En virtud de los fracasos anteriores, se llegó a la convicción que la derrota se debía a la falta de inocencia de los cruzados y que sólo los puros podrían entrar a Jerusalén. En 1212 se organizó la cruzada de los niños, miles de jóvenes y niños fueron muertos, esclavizados y prostituidos antes de llegar a su destino. Este es el origen del cuento infantil “El flautista de Hamelin”.

Quinta Cruzada. El Papa Inocencio III, convocó en el año 1215 el Concilio de Letrán y proclamó una nueva cruzada, pero éste murió antes de que se pudiera organizar debido a los enfrentamientos entre el Papado y la nobleza. Su sucesor, el Papa Honorio III convence al Rey de Hungría y al Duque de Austria para organizar una nueva cruzada cuyo objetivo era la toma de Egipto.
Trescientos barcos condujeron a los cruzados hasta Acre, el éxito fue tal, que el sultán de Egipto les ofreció los Santos Lugares, la Santa Cruz y la zona occidental del reino de Jerusalén, si abandonaban Egipto. La oferta fue rechazada, entre otros factores, porque el mandato papal prohibía pactar con el infiel.
Pero los Cruzados no pudieron tomar Egipto y fueron derrotados en 1221, el Sultán les permitió la huída, por lo que la quinta cruzada no terminó en tragedia, pero militarmente fue un rotundo fracaso.

Sexta Cruzada.- Ningún Papa le concedió la bendición a esta nueva cruzada y ni siquiera fue impulsada por motivos religiosos, la emprendió Federico II, Emperador del Sacro Imperio Romano-germánico, quién reconquistó Jerusalén, mediante un pacto celebrado con los musulmanes en 1229 y no como caballero cruzado.
Federico había ascendido al trono a los cuatro años de edad, siendo su tutor imperial el Papa Inocencio III y posteriormente el Papa Honorio, quien lo coronó con la promesa de emprender una nueva cruzada.
Federico fue criado en Sicilia, donde los árabes eran mayoría, hablaba alemán, francés, italiano, griego, latín y por supuesto árabe, conocía de filosofía, matemática, geografía, medicina, etc. pero era escéptico a la doctrina cristiana y prefirió vivir al estilo oriental, rodeado de bailarinas y con un gran harén custodiado por eunucos. Su política expansionista incluía conquistar el norte de Italia, por lo que el Papado lo excomulgó.
Quizás en busca del perdón eclesiástico, Federico decidió ir a Tierra Santa y luego de largas negociaciones firmó con el Sultán de Egipto el tratado de Jaffa en 1229 que le garantizaba el control de Jerusalén, pero tuvo que auto coronarse en la iglesia del Santo Sepulcro, porque ningún clérigo acudió a la ceremonia.

Séptima Cruzada- Los territorios cristianos de Tierra Santa, se habían convertido en pequeños feudos y ciudades comerciales; Federico preocupado por sus diferencias con el Papado y sin contar con el respeto de los cruzados, perdió Jerusalén.
En 1243, el Papa Inocencio IV convocó el Concilio de Lyon y habló de las cinco heridas de la Iglesia: “…la vida pecadora de la mayoría de los clérigos y súbditos; el peligro sarraceno; la persistencia del gran Cisma entre el cristianismo de Oriente y el de Occidente; la invasión de Hungría por los tártaros; y la ruptura entre el Papado y Federico II…” (“Historia Universal y de Latinoamérica” Cristianismo y Feudalismo. Ediciones Nauta. T. 3, p, 107y 108).
Cuando llegaron a Europa las noticias sobre la caída de Jerusalén, San Luís, Rey de Francia, estaba enfermo y juró que si se reponía conquistaría Tierra Santa.
Esta Cruzada fue parecida a la quinta e igualmente terminó en fracaso. San Luís, tomó parte activa en la batalla de Damieta y tras su éxito quiso continuar erróneamente al Cairo, en vez de dirigirse a Jesuralén, pero fue vencido y capturado por los musulmanes en la batalla de Mansura. San Luís fue liberado tras el pago del rescate, pero permaneció cuatro años más en Oriente, tratando de lograr un pacto justo para los prisioneros cristianos y esperando nueva ayuda para continuar a Jerusalén. Al final tuvo que regresar a Francia, al conocer la noticia de la muerte de su madre, la Reina Blanca y de los planes de Enrique III de Inglaterra para invadir a Francia.


Octava Cruzada.- Los mamelucos, soldados turcos, se rebelaron contra los musulmanes y tomaron las ciudades cristianas de Siria y Palestina matando a sus habitantes o vendiéndoles como esclavos. Ante tales noticias San Luís decidió iniciar una nueva Cruzada, pero tampoco llega esta vez a Tierra Santa. En 1270 el ejército se desvía a Túnez ante el rumor de que el Rey Muslim Bey quería bautizarse a cambio de protección, pero el mismo Bey lo cercó al desembarcar en Cartago. A finales de agosto murió San Luís y su hermano Carlos de Anjou aprovechó para llegar a Cartago y firmar un tratado con el sultán turco. Históricamente se discute, si hubo o no traición de Carlos en esta aventura bélica.
Carlos de Anjou fue coronado Rey de Jerusalén, pero no pudo evitar que poco a poco se fueran perdiendo las ciudades cristianas en Oriente, ni los cruzados, ni los caballeros Templarios ni los Hospitalarios pudieron defender sus Castillos y posesiones. El Islam amenazaba incluso la propia Europa, Chipre, Rodas e incluso Constantinopla habían sido tomadas por los turcos.


El Papa Pío III en 1453 inició personalmente una nueva cruzada, pero no obtuvo apoyo de la nobleza, enfermo y viejo se hizo embarcar en una nave donde murió sin haber salido de puerto y abandonado de sus propios marineros.
Así, los musulmanes gobernaban ahora la tierra que había sido parte del imperio cristiano de Bizancio por más un milenio y la idea de reconquistar Tierra Santa había desaparecido.
Si bien es cierto que las cruzadas fue un rotundo fracaso militar de occidente y del cristianismo, los cruzados desempeñaron un papel importante en la expansión comercial de Europa y el fomento de las ciudades comerciales, especialmente Venecia y Génova.
“… A fin de cuenta, el único triunfo relevante de la cristiandad durante los dos siglos de más de ocho cruzadas, fue la toma de Jerusalén por Godofredo de Bouillon en la primera cruzada en el año 1099, que a pesar de las innumerables matanzas de sarracenos y judíos (hombres, mujeres y niños) sólo logró sostener a la Ciudad Santa por unos pocos años y sin lograr los objetivos marcados inicialmente por los defensores de la idea de reconquistar la tierra llamada Santa para los cristianos de Europa…”
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