PAPA SAN GREGORIO VII

(Toscana 1020 –Nápoles 1085) 
Nació con el nombre de Hildebrando en la provincia de Toscana, Italia. Estudió en Roma, donde pronto se destacó, llegando a servir como consejero a cinco papas, antes de obtener la tiara papal.
En los funerales del Papa Alejandro I, el pueblo espontáneamente lo proclamó como nuevo Papa. Su elección popular fue interpretada como un signo o milagro que debía ser acatado por los príncipes de la iglesia, razón por la cual fue confirmado su nombramiento. San Gregorio promovió la llamada “Reforma Gregoriana”, con la finalidad de elevar el nivel moral del clero, es así que condenó con la excomunión la simonía o venta de cargos eclesiásticos y decretó que únicamente el Papa podía nombrar a los obispos de la Iglesia, evitando de este modo la ingerencia del poder laico en la Iglesia,
La defensa de la autonomía de la iglesia frente a la monarquía trajo como consecuencia, la famosa “Guerra de Las Investiduras”.
El emperador Enrique IV de Alemania fue excomulgado al designar al arzobispo de Milán. Para la obtención del perdón, el emperador se dirigió en penitencia a Roma y esperó tres días en las puertas de la catedral, hasta que por inmediación del abad Hugo de Cluny y la condesa Matilde de Toscana, el Papa accedió a perdonarlo.
Enrique IV se comprometió a celebrar una dieta a los fines de revocar las investiduras otorgadas, pero en su ausencia, el rey Rodolfo de Suabia había usurpado el trono de Alemania y la guerra civil fue inevitable. Una vez asumido nuevamente el poder, Enrique se niega a celebrar la dieta y es excomulgado por segunda vez.
Esta segunda excomunión no tuvo los mismos efectos que la primera, ya que Enrique apoyado por los obispos alemanes y lombardos que debían sus designaciones al monarca, decidieron designar a Clemente II como antipapa y marchan contra Roma. El Papa Gregorio se refugia en el casillo de Saint Angelo y muere posteriormente en el destierro. El triunfador, en apariencia fue el Emperador, pero posteriormente, el Papa Urbano II garantizó la continuidad de la reforma gregoriana

El Emperador Enrique IV implora a la Condesa Matilde y al Abad Hugo de Cluny que intercedan por él, ante el Papa Gregorio VII